El estrés laboral ha recibido distintos nombres a lo largo de los años, desde el famoso surmenage hasta el más reciente síndrome de burn-out. Básicamente este tipo de estrés es un agotamiento del sistema nervioso, con tendencia a cronificarse, que produce un desgaste que da origen a síntomas de tipo depresivos. Algunos de los signos observables en lo inmediato son:
El estrés debería ser una reacción puntual ante un peligro potencial, que permita el enfrentamiento o la huida de la situación que lo está provocando. Es por ello que cuando se da en el ámbito laboral es tan complejo, ya que ninguna de las dos opciones se encuentra disponible. El individuo no puede modificar eficazmente la situación de manera rápida, ni tampoco puede dejar de ir a trabajar. Allí radica uno de los principales motivos de la cronificación, ya que la reacción de alerta se produce en reiteradas ocasiones, con las consecuencias mencionadas previamente.
En el largo plazo aparecen otro tipo de complicaciones, muchas de ellas relacionadas con somatizaciones, síntomas gastrointestinales –gastritis o descomposturas-, síntomas musculares -dolores y contracturas- y malestares de cabeza. Todos fenómenos que hablan de un cuerpo que está padeciendo un estado de tensión permanente.
Los estresores más importantes tenían que ver con la sobrecarga de trabajo, la excesiva responsabilidad y fundamentalmente la sobrevaloración de las nociones de éxito o fracaso que cada uno tiene de sus tareas cotidianas. Al ser elementos que traen mucha preocupación, los denominamos estresores directos.
Por supuesto también influye el clima relacional que se puede dar en el ámbito laboral. Todo trabajo implica vínculos, al igual que en todos los espacios en los cuales nos movemos, casa, familia, amigos, etc. En lo laboral también hay determinados vínculos que pueden favorecer a que el clima sea de cordialidad y camaradería, o todo lo contrario.
Como toda situación exigente, lo laboral también está compensado o agravado por las condiciones personales. Las personalidades maduras tienen una variedad de recursos con la que pueden hacer frente mucho mejor al estrés sostenido con menores consecuencias.
Hoy en día se utiliza la palabra resiliencia, que hace hincapié en el abanico de recursos con los cuentan las personalidades maduras. Este tipo de personas pueden estar expuestas al mismo nivel de estrés que cualquier otra, pero sin embargo responden de mejor manera e incluso logran obtener aprendizajes.
La población de riesgo que identificamos luego del estudio realizado va entre los 35 y los 45 años de edad.
En este momento de la vida se combina una exigencia personal, en donde muchos tienen a su cargo hijos, cónyugues o parejas, con la entrada a un nivel del mercado laboral que es altamente competitivo. Es decir, se suma la carga personal que cada uno lleva en ese momento de la vida con el nivel de competencia laboral.
Como habitualmente los síntomas implican una gravedad y un impedimento real, el tratamiento tendría que combinar la parte farmacológica y el apoyo psicológico. Lo farmacológico en la línea de los ansiolíticos y antidepresivos, ya que pueden aliviar de una manera bastante rápida y modificar los síntomas más agudos. Luego el acompañamiento terapéutico se realiza con el objetivo de resolver cuestiones más individuales de la personalidad, fundamentalmente generando estrategias para lograr un mejor desempeño en lo laboral. Por ejemplo, asociándolo más al placer que a la situación de obligación.
En general todos podemos tener una semana más alterados, más desganados, con mayores dificultades para cumplir las exigencias demandadas. El problema surge cuando estas situaciones se instalan y los síntomas que se presentan se independizan de la situación puntual. Es decir, luego de una semana agotadora, la exigencia del trabajo disminuye, pero uno igual sigue detectando desgano o falta de energía. Esto significa que los síntomas se han independizado y empiezan a verse claros signos de estrés.
El tiempo que tarda en aparecer el estrés es variable, ya que depende de los recursos de la personalidad, la capacidad que tenga para afrontar esta presión de forma sostenida.
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