Antonela: paciente recuperada de cáncer de mama

Nunca olvidaré el día que detecté una bolita en mi mama izquierda. Pensé en mis 34 años, mi hija de 7 y mi esposo. Sentí mucho miedo y no dudé en realizar una consulta médica. 

El diagnóstico llegó de manera inesperada: Cáncer de mama. Mis emociones se agitaron como en un torbellino. Por momentos, el mundo se derrumbaba. Y en otros, entendía que estaba comenzando una etapa de transformación. 

El miedo se transformó en motor. La incertidumbre dio reemplazo a la motivación para informarme con los mejores médicos. Mis prioridades se acomodaron. Y respirar llena de amor y humor fue fundamental para habitar mis días.

Convivir con el cáncer para mí fue un aprendizaje enorme. Descubrí que no es verdad que «la vida sigue». Sino que la vida empieza de nuevo cada día y está en nosotros elegir cómo vivirla. 

El Hospital Alemán se volvió mi refugio. Y todo su equipo se convirtió en mi familia. 

Aún recuerdo, con profunda emoción, cuando la Dra. me dijo: «¿Ya viste tus resultados? Terminaste. ¡Felicitaciones!». 

Habían transcurrido 9 meses desde el día en el que me diagnosticaron. Plena de exaltación y entre lágrimas, salí del consultorio del primer subsuelo de la calle Juncal. Subí las escaleras con una sonrisa enorme hasta llegar a la planta baja.

El sol  cruzaba la puerta de vidrio y frené, inmersa en plenitud, para dejarme acariciar por sus rayos. Sentí renacer. ¡Qué valiente, fuerte y orgullosa me sentía!

Una «nueva yo» nacía. Sana, feliz, repleta de ganas. Aquello que había sido un problema había llegado a resolverme. El tratamiento concluía y una nueva vida comenzaba. 

No era el fin de nada, ¡sino el comienzo de todo! Fui testigo de que el cáncer de mama no se puede prevenir, pero la detección temprana salva vidas.

¡Gracias al HA por hacerlo posible y mostrarme que se puede! 

Estemos atentos a nuestro cuerpo. Hagamos los chequeos. Ocupémonos. No nos posterguemos. ¡Sintamos y confiemos!

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