Es un término que deriva del inglés y que significa “hostigamiento entre pares”. Es una conducta agresiva, a veces manifiesta y otras solapada, sistemática y sostenida en el tiempo contra una o más personas.
El hostigamiento, la agresión física, las amenazas, contar mentiras o manipular el entorno para excluir o perjudicar a la víctima. Las redes sociales no están ajenas a este problema, son espacios propensos a la mentira y la usurpación de identidad. A esto se lo conoce como cyberbullying. Los agresores virtuales utilizan internet para hacer creer a sus víctimas afirmaciones que no son ciertas, poner a la gente en su contra o agredir a otro en su nombre para generar una pelea. Es una forma de manipulación más sofisticada y sutil porque generalmente se utilizan nombres falsos con la idea de perjudicar a un tercero.
No siempre es evidente, incluso para los mismos chicos que suelen sentirse avergonzados frente a situaciones de desvalorización, agresión o ultraje a las que son sometidos. Es común que no digan nada y lo tomen como una dificultad propia; no piden ayuda o la piden y los padres -por desconocimiento, falta de comunicación o por normalizar una práctica que no debe ser naturalizada- no los escuchemos ni tomemos en cuenta el malestar profundo que pueden sentir en esa situación.
El bullying puede y debe ser prevenido y para eso hay que trabajar con los alumnos, las instituciones y los docentes. Pero de manera especial con los padres: debemos reconocer y escuchar a nuestros hijos, estar dispuestos afectiva y emocionalmente a contener su sufrimiento y ayudarlos de la forma correcta. Sin darnos cuenta solemos aconsejarlos con estrategias inadecuadas, como por ejemplo: “andá y golpealo”,“defendete”, o “no llores por cualquier cosa”. De ese modo los dejamos solos o incluso los re-victimizamos porque los enfrentamos a una situación que no pueden manejar.
Las instituciones y los maestros tienen que estar entrenados o por lo menos alertas ante este fenómeno. Cuando hay hostigamiento, hay un agresor, un agredido y una mayoría silenciosa, cómplice y pasiva; a veces son los mismos pares quienes no quieren meterse por miedo a convertirse en víctimas.
En otros casos son los docentes que no entienden, no se dan cuenta o no quieren hacerse cargo y miran para otro lado. O los padres, que en oportunidades no reconocemos o no sabemos cómo actuar frente al sufrimiento de un hijo. Lo adecuado es hacer campañas de prevención institucionales donde se trabaje en conjunto para concientizar y brindar estrategias o herramientas para prevenir o disminuir el acoso escolar.
No existe un cuadro psicopatológico particular, no es una enfermedad, pero en general el agresor de alguna manera es víctima del sistema; también se siente afuera y muchas veces utiliza esta situación de mayor poder sobre otro para destacarse, hacerse notar o ganar seguridad. En general son chicos con algún tipo de dificultad social o distorsión cognitiva, es común que carezcan de una empatía a nivel emocional lo que les impide conectarse con el sufrimiento que están generando.
El bullying no es un fenómeno nuevo. De hecho muchos padres con hijos afectados recuerdan haberlo sido o haber presenciado casos de abuso emocional entre pares. Sin embargo, hoy es mayor el nivel de información en la sociedad. Hay más conciencia a partir de casos trágicos que trascendieron tristemente; hemos pasado de verlo de forma natural o con humor a tomarlo en serio y darnos cuenta que implica un nivel de sufrimiento muy alto.