La actividad física está plenamente aconsejada durante el embarazo, según las recomendaciones del colegio americano de obstetras y ginecólogos, institución especializada en el tema. El feto no se ve perjudicado de ningún modo y significa un beneficio para la madre, porque además de mantener el tono muscular y manejar la parte calórica, la actividad muscular evita el hiperinsulinismo.
La primera aclaración es que no puede ser cualquier tipo de ejercicio. En líneas generales, los que se permiten se dividen en tres categorías.
El ejercicio debe ser aeróbico, suave y sin ningún tipo de sobrecarga. La frecuencia cardíaca no debe superar los 90 o 100 latidos por minuto. La periodicidad aconsejada es de 3 veces por semana, con un tiempo de 30 a 40 minutos por cada día.
Por supuesto debe haber una supervisión y autorización por parte del obstetra, el cual analizará la actividad aconsejada para la situación específica de la paciente, ya que el embarazo es un período donde pueden surgir diversas patologías que requieren reposo.
Durante el primer trimestre, hasta que la paciente no haya superado la ecografía de las 12 semanas, en donde se informa si el embarazo está bien implantado, se sugiere solamente caminar. Para ello no hay ningún tipo de impedimento.
Luego de ese período puede comenzar con cualquiera de las variantes definidas previamente.
Si la actividad elegida es la bicicleta, se debe realizar sin ningún tipo de resistencia extra, totalmente liviana. En época estival hay que tomar el recaudo de hacerlo en lugares bien ventilados, para que la temperatura del cuerpo no aumente. Resulta fundamental la hidratación constante, pero no con una gaseosa común, sino con una bebida deportiva, ya que el calor genera que con la transpiración se pierdan sales, potasio y magnesio.
La alternativa más aconsejable es la pileta. La actividad debe ser simple, por ejemplo, nadar pecho suave. La ventaja adicional de este ejercicio es que el sólo hecho de meterse en una piscina con dimensiones grandes hace que el agua ejerza presión sobre el cuerpo, comprimiendo las venas y el tejido periférico, provocando la eliminación de líquido. Es muy frecuente que luego de media hora de pileta la embarazada deba salir a orinar ya que toda el agua que venía reteniendo entró en circulación. Es una gran actividad para combatir edemas y patologías similares.
Una gran cantidad de embarazadas plantean qué ocurre con actividades como pilates o yoga. Lo primero que deben tener en claro es que son ejercicios de elongación y mejora postural, no aeróbicos. No están contraindicados pero se deben llevar a cabo con mucho cuidado, especialmente pilates, porque exigen demasiada elongación y a partir de las 25-26 semanas la paciente ya tiene un reblandecimiento articular, con lo cual si elonga exageradamente podría tener dolores lumbares o forzar articulaciones.
Por ello resulta fundamental seguir las instrucciones de personas que se encuentren preparados para indicar ejercicios específicos para embarazadas, de modo de evitar que la actividad se torne perjudicial.
Las embarazadas no deberían hacer ningún tipo de deporte de impacto. Ahora bien, si la paciente es deportista, es decir, hace un tiempo considerable que practica ejercicio de alto rendimiento, podría continuar llevándolo a cabo, en tanto y en cuanto el esfuerzo no sea exagerado.
Aquellas que deseen comenzar de cero algún tipo de actividad física que sea superior a lo planteado como enfoque general, necesitarán una evaluación cardiológica para analizar si están en condiciones de tolerarla.
El momento de finalizar la actividad es subjetivo, hay pacientes que a las 25 semanas ya no pueden realizar tanto esfuerzo, mientras que otras continúan hasta las 33 semanas, muchas veces producto de un hábito previo en lo físico.
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