Normalmente la piel tiene características similares en la mayoría de los individuos, pero existen algunos pacientes con pieles más secas que lo habitual.
La piel tiene un nivel de ácido elevado, delimitado por el PH, que favorece a la hidratación. Cuando algún fenómeno externo modifica el nivel de PH, se genera la sequedad. Este fenómeno es genético, llegando en algunos casos a relacionarse con enfermedades como la dermatitis atópica. Hay otros pacientes que tienen déficits de alguna sustancia en particular, como por ejemplo la loricrina.
El problema es que con los años la piel también se va secando, producto de la pérdida de lípidos, un componente que crea el cemento que une las distintas células de la piel.
La piel también se puede tornar más seca cuando está mucho tiempo en el agua, ya que esta tiene la capacidad de eliminar los lípidos de la piel. El ejemplo característico es cuando uno pasa mucho tiempo en el mar o en una pileta y termina con las manos agrietadas.
El sol es otro de los grandes inconvenientes para la humectación de la piel, ya que aumenta su sequedad. La pigmentación, es decir, el estar “tostado” en realidad es una defensa del organismo contra el daño solar.