Desde hace más de 50 años se sabe que el tabaquismo es perjudicial para el fumador, pero recién hace 25 se comenzó a alertar sobre el riesgo que implica el humo ambiental de tabaco para los no fumadores.
En el humo de tabaco hay más de 4000 productos químicos conocidos (cadmio, plutonio, DDT, arsénico y muchos más), de los cuales por lo menos 250 son nocivos y unos 50 son cancerígenos.
En un espacio cerrado, todos quedamos expuestos al humo ambiental de tabaco y sus efectos perjudiciales para la salud, especialmente los niños.
Cuando se fuma en un ambiente cerrado las sustancias del humo ambiental de tabaco quedan en suspensión y permanecen por muchas horas e incluso días o semanas. Ventilar abriendo puertas y ventanas no es suficiente. Se necesitaría la potencia de un huracán para removerlas, por lo que tampoco sirven los extractores de aire. Al ventilar el humo y el olor se van pero las sustancias quedan en suspensión, pegadas a cortinados, muebles, alfombras, la ropa y el cabello.
Muchas personas aprovechan a fumar cuando los niños no están en casa pensando que de esa manera los protegen, pero es importante que sepan que el riesgo está presente. La única alternativa es hacerlo fuera de los ambientes cerrados, es decir, patio, terraza o balcón, ya que se sabe que fumar en la cocina o el lavadero no los protege del daño.
El tabaquismo pasivo es causa de graves enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre ellas la cardiopatía coronaria, el cáncer de pulmón y el síndrome de muerte súbita en el lactante. Los efectos inmediatos incluyen irritación de los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones. También dolor de cabeza, náuseas y mareos.
Los entornos totalmente exentos de humo de tabaco ofrecen la única protección eficaz.
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